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QUINTO ANIVERSARIO

Las promesas de descarbonización mundial para la mitad de siglo contrastan con la falta de planes ambiciosos concretos para esta década

Visión de  un mapa de las anomalías climáticas en el palacio de Le Bourget, cerca de Paris, en diciembre del 2015

Una conferencia internacional, auspiciada por Naciones Unidas (y que tiene como coanfitriones a Francia y Gran Bretaña), tendrá lugar hoy, sábado, coincidiendo con el quinto aniversario del acuerdo de París contra el cambio climático. Será una cumbre virtual y telemática pero ciertamente desangelada, muy diferente a las 25 bulliciosas conferencias anteriores de la ONU sobre cambio climático. El objetivo es dar un nuevo impulso a la negociación internacional sobre el cambio climático. Pero es difícil ocultar que el año 2020 ha sido un año malogrado en la acción para hacer frente a la crisis climática. La negociación ha permanecido congelada. No obstante, la activa actitud de la UE, que ha cerrado un pacto para reducir las emisiones de CO2 un 55% para el 2030 (respecto a 1990), ha mantenido viva la llama.

Los líderes mundiales acordaron hace cinco años en París contener el aumento de temperaturas por debajo de los 2 º C y proseguir los esfuerzos para que no se superaran la barrera de 1,5 º C; una pretensión muy complicada dada la velocidad de las subidas de termómetros (1,1 º C en un siglo).

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Sin embargo, el calentamiento ha continuado estando presente en la escena. Se prevé que las emisiones de CO2 relacionadas con el uso de la energía bajarán en el 2020 un 7% respecto al año anterior (por la reducción de actividades), pero las concentraciones de gases invernadero en la atmósfera siguen creciendo y se sitúan lejos de los niveles que los científicos consideran deseables para evitar un calentamiento peligroso. Los sucesos climáticos extremos registrados este año (huracanes, grandes incendios, olas de calor…) son algunos efectos.

“Los devastadores incendios forestales de este año, inundaciones, sequías y otros fenómenos meteorológicos extremos son un poderoso recordatorio de por qué necesitamos tener éxito al afrontar la crisis climática”, señala Inger Andersen, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)

Los siete grandes focos emisores (China, Estados Unidos, UE-27+Gran Bretaña, India, Rusia, Japón y el transporte internacional) aportan el 65% de esas emisiones; por eso, su comportamiento es clave a la hora de reconducir la situación.

El mayor elemento de esperanza es que 126 países (que suponen un 51% de las emisiones globales) se han comprometido a descarbonizar su economía (a dejar que ser dependientes de los combustibles fósiles) a mitad de siglo.

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Emisiones grandes productores de CO2

China anunció en septiembre que alcanzaría la neutralidad de carbono antes de 2060. Francia y Gran Bretaña, la Comisión Europea, Japón o Corea del Sur han acordado también lograr un balance de emisiones cero para el 2050. Y si EE.UU. vuelve al acuerdo de París, como ha prometido su próximo presidente, la cantidad de emisiones bajo control para el 2050 se elevarían al 63%. Pero para que todas estas iniciativas sean creíbles, se necesita que esos compromisos se conviertan en políticas y en planes de acción a más corto plazo.

Los anuncios para el 2050 son positivos; señalan el horizonte de la economía limpia (energías renovables, transporte descarbonizado…), pero lo urgente son los objetivos que deben asumirse para el 2030. “No tenemos nada que celebrar este año puesto que se debería presentar nuevos objetivos para el 2030, y solo nos hablan de descarbonización para el 2050”, explica Tatiana Nuño, de Greenpeace.

Por eso, la valoración de este 12-D ofrece un balance bipolar. En el escenario más optimista, si se cumplieran las metas de descarbonización anunciadas para mitad de siglo, el aumento de temperaturas del planeta podría contenerse en poco más de 2º C a finales de la centuria.  Pero ciertamente se estaría por encima de la meta de 1,5 º C acordada en París. Son datos del informe anual sobre la brecha de las emisiones del (PNUMA).

Pero, mientras tanto, los compromisos de acción recogidos en el pacto alcanzado en la capital francesa son muy insuficientes, según el mismo informe. Si no se actúa con más ambición, el mundo se dirige hacia incrementos de temperaturas que rebasarán a final de siglo los 3º C (con respecto a las de era preindustrial), lo que señala una senda llena de catástrofes climáticas. Por eso es necesario reforzar el acuerdo de París dada su opacidad.

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La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, lo resume así: “El acuerdo de París ha sobrevivido al boicot de la Casa Blanca y se ha convertido en una referencia del cambio de narrativa y de gobernanza. El regreso de EE.UU. al diálogo nos permitirá recuperar el tiempo perdido”.

El grado de cumplimiento de los países respecto al modesto pacto de Paris también es desigual. La UE-27+Reino Unido, China, India, Japón, México, Rusia y Sudáfrica están en camino de cumplir sus promesas, pero no Estados Unidas (que se retiró del acuerdo el 4 de noviembre), ni Australia, Brasil, Canadá o Corea del Sur. En París los países hicieron promesas o presentaron planes a la carta para reducir o frenar los gases.En el caso de Indonesia o Arabia no se sabe ni siquiera a ciencia cierta su grado de cumplimiento.

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Emisiones per capita

Pero hay países especialmente activos. El primer ministro británico, Boris Johnson, anunció hace unos días que el Reino Unido reducirá las emisiones de gases de efecto invernadero en al menos un 68% con respecto a los niveles de 1990 para 2030, un objetivo más ambicioso que el de la UE.

La UE ha tenido, por su parte, verdaderas dificultades para redondear el pacto para reducir sus emisiones un 55% para el año 2030 (con respecto a 1990), dadas las contrapartidas económicas que exigían algunos países del Este (Polonia) y las pocas garantías de implicación.

La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, admite que la negociación comunitaria ha sido complicada. “El punto crítico era cómo asegurar el cumplimiento de cada país sin que éste impusiera condiciones, y favorecer los mecanismos (de ayudas) para acompañar ese cumplimiento”.

Greenpeace considera insuficiente el acuerdo europeo y  reclama elevar el recorte de emisiones hasta el 65%. Esta organización critica, además. que el sistema de contabilidad permitirá descontar de los inventarios nacionales emisiones evitadas gracias a los sumideros naturales de carbono (como los bosques), “por lo que la reducción real sería de 50,5% para los sectores como la energía, el transporte y la agricultura industrial”, con la confianza de que esos sumideros supuestamente compensarían el resto, según Tatiana Nuño, experta de esta oenegé. (No obstante, el papel de los sumideros y otros modos para concretar la realización del acuerdo europeo están aún pendientes de negociación).

«La felicidad que sentí en París hace cinco años se ve ahora ensombrecida por la realidad de la emergencia climática y la respuesta completamente inadecuada de los gobiernos. En lugar de apoyar una recuperación verde y justa y asumir compromisos en consonancia con el objetivo de 1,5ºC del Acuerdo de París, estamos siendo testigos del apoyo continuo a la industria de los combustibles fósiles que es quien, en primera instancia, ha causado la emergencia, que es quien, en primera instancia, ha causado la emergencia climática”, ha declarado la directora ejecutiva de Greenpeace Internacional, Jennifer Morgan

Teresa Ribera, ministra para la Transición Ecológica

«Estamos en perfectas condiciones para asumir los nuevos objetivos europeos»

La ministra para la Transición Ecológica,Teresa Ribera, rebate las críticas de varias organizaciones ecologistas (Greenpeace, Ecologistas en Acción e Intermon-Oxfam) que exigen un recorte mayor de emisiones en España, ya que el plan nacional integrado de energía y clima español plantea un recorte del 23% respecto a 1990. Estas entidades han presentado una demanda ante los jueces para que el Gobierno «incremente su ambición climática».
Ribera explica que España está “en perfectas condiciones» para asumir los nuevos objetivos que se deriven de las metas de la UE (-55% para el 2030 respecto a 1990). “Los objetivos españoles aprobados (en el plan integrado de energía y clima) son compatibles con la meta del -55%”, sostiene, antes de detallar cómo España ha asumido holgadamente, en su plan de energía y clima para el 2030 (y está cumpliendo),  objetivos cuantificados (sobre reducción de emisiones, eficiencia y renovables) más ambiciosos que los previstos en el reglamento europeo vigente para cumplir la anterior meta (-40%).
Pese a los esfuerzos ya realizados, admite que se seguirán buscando sendas para acelerar la descarbonización. “Pero no hay que ser demagógicos. Y lo que no sería responsable por parte del Gobierno es decir: ‘vamos a multiplicar por tres el esfuerzo de Alemania aunque esto me suponga el cierre de mi industria y la prohibición de la movilidad’. Eso no lleva a ningún lado”, enfatiza.
Al abordar las políticas del Gobierno la ministra señala, en un encuentro con periodistas de la asociación APIA, que hay motivos para el optimismo. “En poco más de dos años y medio, hemos cerrado el 90% de las plantas térmicas de carbón”, una reconversión industrial que considera “importante” y pactada, teniendo en cuenta que en el año 2017, el gobierno del PP “preveía imponer» la decisión de mantener abiertas esta plantas térmicas de carbón.

Las tendencias que se aprecian revelan que estamos en una encrucijada. Se espera que tan pronto como la Administración Biden-Harris asuma sus responsabilidades de su cargo en enero, empezará a despejar los bloques de la Administración Trump y establecerá un nuevo camino hacia una economía energética 100% limpia, con cero emisiones netas para 2050. En el plano internacional, es una gran noticia la elección de John Kerry como enviado especial a esta negociación, pues buscará reconstruir las alianzas multilaterales.

La energía fósil no se deja arrinconar

Pero por otro lado, el modelo basado en la energía fósil no se deja arrinconar. Las energías renovables viven un gran impulso. Sin embargo, los países planean aumentar su producción de energía con combustibles fósiles durante la próxima década, a pesar de que es necesario disminuir esa producción un 6% cada año para detener el aumento del calentamiento mundial en 1,5 ° C). Así lo indica el informe Brecha de Producción,  auspiciado también por el PNUMA.

Los países planean producir para el 2030 más del doble de la cantidad de combustibles fósiles que sería congruente con el límite de los 1,5 ° C.

FILE PHOTO: Chimney of Laziska Power Station, a thermal power plant, is seen behind Boleslaw Smialy Coal Mine in Laziska Gorne, Poland December 5, 2018. REUTERS/Kacper Pempel/File Photo

Térmica de Laziska, en Polonia

Entre los años 2020 y 2030, la producción mundial de carbón, petróleo y gas tendría que disminuir anualmente un 11%, un 4% y un 3%, respectivamente, para ser congruente con la senda de los 1,5 º C.

Mientras tanto, las políticas de recuperación económica abren un horizonte nuevo. El informe Brecha de Emisiones del PNUMA da un balón de oxígeno cuando sostiene que las políticas de recuperación verde frente a la pandemia (estímulos a una economía baja en carbono) podrían reducir hasta un 25% las emisiones de gases invernadero.

Más ayudas que a la energía limpia

En este caso, las emisiones se quedarían en un rango que abre un 66% de posibilidades de mantener las temperaturas por debajo de 2 ° C, aunque seguirían siendo insuficientes para alcanzar la meta de 1,5 ° C.

Sin embargo, hasta la fecha, los gobiernos del G20 se han comprometido a proporcionar más de 192.000 millones de dólares en medidas contra la Covid en los sectores responsables de la producción y el consumo de combustibles fósiles, una cifra mucho mayor a lo que han destinado a la energía limpia (aproximadamente 125.000 millones).

El documento sostiene que los países, globalmente, están omitiendo en sus planes contra la pandemia la incorporación de criterios para acelerar a transición energética y la llegada de una economía baja en carbono. Hasta octubre, el gasto fiscal frente a la Covid ha reforzado sobre todo el status quo de las actividades con fuerte contenido en carbono.

que las acciones de rescate inmediatas se dirigieran a las actividades implicadas (en la crisis), las medidas posteriores de rescate y recuperación podrían haberse apoyado en un desarrollo bajo en carbono”, dice ese informe. Solo una cuarta parte de los países del G20 han destinado explícitamente parte de sus presupuestos y gastos (hasta 3% del PIB) a medidas de bajas emisiones de carbono (Francia, Gran Bretaña, Alemania y Corea de Sur, básicamente).

Activistas de Greenpeace despliegan en Bruselas (Bélgica) un globo aerostático para denunciar la falta de ambición climática de los Veintiesiete a los que reclaman una reducción de CO2 más elevada para 2030.#{emoji}13; © PHILIP REYNAERS / GREENPEACE /#{emoji}13; 10/12/2020

Activistas de Greenpeace despliegan en Bruselas (Bélgica) un globo aerostático para denunciar la falta de ambición climática de los Veintiesiete

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Las organizaciones ecologistas cuestionan que se hayan dado pasos para rescatar la industria del automóvil o las líneas aéreas sin que se les haya exigido unos condicionantes ambientales y climáticas. Y, en esta misma línea piden que la Comisión Europea no considere elegibles, dentro de las políticas de ayuda a la recuperación europea, las inversiones en hidrógeno, como han solicitado las grandes empresas del sector.

“No se puede seguir dado dinero a las empresas de los combustibles fósiles. En España, vemos que las políticas financian y perpetúan los sectores de los combustibles fósiles, como se ha visto en la bonificación del diésel”, resume Tatiana Nuño

Por otra parte, reforzar la acción climática exige incorporar cambios en los comportamientos y en el modelo de consumo en los sectores privados y particulares, según coinciden diversos expertos. Alrededor de dos tercios de las emisiones globales están vinculadas a hogares (si se analiza el comportamiento del consumo).

En este sentido, entre las posibles acciones personales para favorecer un menor consumo de carbono se cita la sustitución de vuelos de corto recorrido por ferrocarril, los incentivos e infraestructuras para facilitar el uso de bicicletas y de los coches compartidos, la mejorar la eficiencia energética de la vivienda y políticas para reducir el volumen de los desperdicios alimentarios.

Marta Torres, experta en energía y clima

«Estábamos esperando a Estados Unidos”

Marta Torres es investigadora sobre energía y clima del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI: un centro de estudios con sede en París) y buena conocedor de la negociación climática. Ella sostiene que no puede decirse que la negociación mundial sobre cambio climático se haya interrumpido. Precisa que no ha habido encuentros multilaterales, pero sí mucho trabajo a nivel nacional e intercambios de carácter bilateral. “No ha habido un ambiente favorable. No ha sido el momento más idóneo, pero tampoco ha habido prisa porque en parte estábamos esperando a Estados Unidos”, dice para subrayar la importancia del papel norteamericano en la diplomacia multilateral. “La reincorporación de Estados Unidos puede ayudar a acelerar las negociaciones, se puede desbloquear el asunto de la financiación a los países en desarrollo; tendrá un papel relevante, pero no pensemos que lo arreglaran todo”, avisa.
¿En qué puede ayudar la presencia de Estados Unidos? Marta Torres comenta que hay un asunto clave: la famosa movilización de 100.000 millones de dólares anuales que este mismo año debía conseguirse para ser destinada a las políticas de mitigación y adaptación al cambio climático a los países en desarrollo. “No se sabe cuál habrá sido la cantidad que se habrá movilizado, pero si no se ha alcanzado, será clave dar señales claras de colaboración con los países en desarrollo y garantías de cumplimiento y compensación. Reino Unido, por ejemplo, ha bajado su ayuda al desarrollo”, expone con tono de preocupación.
Torres sostiene que entre los asuntos más espinosos en la futura negociación estará definir la contribución que debe hacer el sector aéreo en la reducción de emisiones, un asunto que descansa sobre las compensaciones, algo sobre lo que no existen reglas acordadas. Este asunto debe abordarse cuando se discuta el artículo 6 del acuerdo de París (que habla de los mercados de carbono sobre cuyas reglas de funcionamiento hay un gran desacuerdo). “Los mercados de carbono son un sistema para facilitar la transición hacia una economía baja en carbono, pero este instrumento no nos servirá si no da lugar a una reducción real de emisiones de gases. Alcanzar los objetivos del acuerdo de París requiere reducir las emisiones de CO2 a niveles muy cercanos a cero, sin contar con compensaciones. Y para lograrlo necesitamos diferentes mecanismos de cooperación”.
Marta Torres destaca, por otra parte, que “en los últimos tiempos ha habido un verdadero cambio de mentalidad» social y político. “Los países están haciendo promesas para lograr la neutralidad climática en el 2050, y esto era algo que se veía como imposible no hace mucho; ha habido un cambio de chip”, señala. Por eso, la investigadora recuerda en este punto que el pacto de París estableció como meta lograr esa neutralidad climática para la segunda mitad del siglo XXI, y la ciencia afinó que debe ser entre 2050 y 2070. En este punto, admite que hay una cierta brecha o falta de sincronización entre esas estrategias ambiciosas a largo plazo y la inconcreción de los planes más inmediatos para el 2030. Pero atribuye “esa falta de compromiso” a que aún tenemos enormes incertidumbres económicas y sociales sobre cómo gestionar los cambios estructurales que requiere el camino hacia la descarbonización en el corto plazo.
“Las contribuciones que presentan los países no pretenden ser una trayectoria específica inamovible sino que establecen un plan con un objetivo de reducción de emisiones. Sólo cuando estemos cerca del 2030, en el 2027, sabremos si cumpliremos lo acordado en 2020, y para entonces, ya tendremos nuevos compromisos» comenta. «Es un proceso dinámico, de aprendizaje continuo, con un contexto que evoluciona muy deprisa y eso sí, sin vuelta atrás. No obstante, por el contrario, nos faltan mecanismos e instituciones donde los países rindan cuentas para que se le pueda fiscalizar la coherencia de sus acciones”, concluye.