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Francisco cree que la fraternidad puede cambiar el mundo

La tercera encíclica del Papa aborda problemas globales acuciantes, agravados por el coronavirus

Con el dinero que se usa hoy para comprar armas para las guerras, el pontífice propuso crear un Fondo Mundial para acabar con el hambre y ayudar a los países más pobres. Inmigración, deuda externa, individualismo, racismo, entre los temas claves.

Desde Roma

Con una gran visión sociológica, filosófica y económica además de religiosa, el papa Francisco en su tercera encíclica publicada el domingo, “Fratelli tutti” (Hermanos todos, sobre la fraternidad y la amistad social), analizó los problemas esenciales que afligen a la humanidad, hoy agravados por la pandemia. En el texto hace un llamamiento a las personas pero también a los gobiernos, a los grupos económicos y a las organizaciones internacionales, para que colaboren en desarrollar una nueva sociedad basada en la fraternidad y donde los seres humanos -todos sin distinción- puedan ser el centro

Desde las primeras páginas de las 84 que tiene la encíclica, el lector se va enfrentando poco a poco con los males que la humanidad y su propia sociedad han ido cultivando en los últimos decenios, en particular desde la llamada “globalización” comenzada en torno al 1980-90 y a la que muchos consideraban sólo positiva. Pero es la relación entre los cambios económicos, sus consecuencias sociales y la transformación que todo esto ha producido en los valores de cada sociedad, una de las mayores preocupaciones de Francisco.

La encíclica fue presentada el domingo en rueda de prensa por el secretario de estado vaticano, cardenal Pietro Parolin, quien destacó que el documento “no se limita a considerar la fraternidad como un instrumento o un auspicio, sino que delinea una cultura de la fraternidad para ser aplicada incluso en las relaciones internacionales”.

“Fratelli Tutti”, inspirada en San Francisco, según contó el Papa, fue firmada el sábado por Francisco sobre la tumba del “Poverello” (pobrecito) de Asís, uno de los santos preferidos del papa argentino y de quien tomó el nombre cuando fue elegido jefe de la Iglesia en 2013.

En sus ocho capítulos la encíclica trata todos los temas de actualidad, desde la tendencia a “nacionalismos cerrados” y la necesidad de abrirse al mundo, hasta los males de la sociedad globalizada que acerca a la gente pero no la hace más hermana, al crecimiento de los “individualismos” y de las “nuevas formas de colonización cultural”, entre otras cosas.

“Entrego esta encíclica social como un humilde aporte a la reflexión para que, frente a diversas y actuales formas de eliminar o de ignorar a otros, seamos capaces de reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. Si bien la escribí desde mis convicciones cristianas, que me alientan y me nutren, he procurado hacerlo de tal manera que la reflexión se abra al diálogo con todas las personas de buena voluntad”, escribió Francisco en la introducción.

Pandemia y después

El Papa dedicó varias líneas de su encíclica a la pandemia y sus consecuencias. “Es verdad que una tragedia global como la pandemia de Covid-19 despertó durante un tiempo la conciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Recordamos que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos”, escribió. Y agregó “El dolor, la incertidumbre, el temor y la conciencia de los propios límites que despertó la pandemia, hacen resonar el llamado a repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y sobre todo el sentido de nuestra existencia”. “Ojalá que tanto dolor no sea inútil, que demos un salto hacia una forma nueva de vida y descubramos definitivamente que nos necesitamos”, continuó el Papa, advirtiendo que si después de la pandemia se aplicara el “sálvese quien pueda”, ese hecho se traduciría rápidamente en el “todos contra todos”, y eso sería “peor que una pandemia”.

Francisco no esquivó las críticas cuando se refirió a los temas candentes hoy, apuntando su dedo acusador contra los “mundos cerrados” que construyen muros y desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal, y a los que adhieren, incluso, ciertos sectores católicos. Pero también criticó a las guerras a las que llamó “un fracaso de la política y de la humanidad”, al globalismo” que favorece la identidad de los más fuertes y licua las identidades de las regiones más débiles”, a la política que aplica “divide y reinarás”, al individualismo, al desprecio de la historia que hacen algunos, a las nuevas formas de “colonización cultural” por la que los pueblos más débiles pierden su identidad, al “descarte” mundial de alimentos y personas, al racismo, a la discriminación de la mujer, a los derechos humanos no del todo universales pese a las declaraciones de hace 72 años por los miembros de Naciones Unidas, a la explotación y a la esclavitud a la que se somete a niños, hombres y mujeres en varios países del mundo, al avance de las mafias porque las personas se sienten abandonadas y los mafiosos aparecen como “protectores”, a las plataformas de Internet que favorecen la difusión de informaciones falsas, al terrorismo que difunde el pánico, pero no a causa de su religión sino de las interpretaciones equivocadas de los textos religiosos. Con el dinero que se usa hoy para comprar armas y otros medios militares para las guerras, Francisco propuso crear un Fondo Mundial para acabar con el hambre y ayudar a los países más pobres.

Integración para los migrantes

“En el mundo actual los sentimientos de pertenencia a una misma humanidad se debilitan, y el sueño de construir juntos la justicia y la paz parece una utopía de otras épocas”, dijo, enfatizando sin embargo que es absurdo creer que “podemos ser todopoderosos y olvidar que estamos todos en la misma barca”.

Sobre los migrantes -tema que vuelve a tratar periódicamente en sus mensajes y siempre a favor de ellos – advirtió que a veces “suscitan alarma y miedo porque el hecho es usado con fines políticos”. Sin embargo «las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo», subrayó, añadiendo cuatro palabras fundamentales para el proceso de recepción de los inmigrantes: acoger, proteger, promover e integrar. “En la Argentina, la fuerte inmigración italiana ha marcado la cultura de la sociedad, y en el estilo cultural de Buenos Aires se nota mucho la presencia de alrededor de 200.000 judíos. Los inmigrantes, si se los ayuda a integrarse, son una bendición, una riqueza y un nuevo don que invita a una sociedad a crecer “, contó. Claro, a este fenómeno de la llegada de inmigrantes se le ha agregado en Europa el resurgimiento del racismo al que el papa Francisco calificó como “un virus que cambia fácilmente y en lugar de desaparecer, se disimula. Pero está siempre al acecho”.

En cuanto a la globalización, que ha producido infinidad de cambios en la sociedad mundial, muchos la consideran un gran progreso cuando en realidad ha hecho aumentar bárbaramente la brecha entre ricos y pobres, como demostró un estudio de la organización no gubernamental Oxfam International. Según esa investigación, poco más de 2.100 personas son las más ricas del mundo y poseen una riqueza equivalente a la de 4.600 millones de personas, es decir el 60% de la población mundial.

Ciertos países “exitosos desde el punto de vista económico, son presentados como modelos culturales a los países poco desarrollados” porque “destrozar la autoestima de un pueblo es una manera fácil para dominarlo”, advirtió el Papa. Pero “si una globalización pretende igualar a todos, como si fuera una esfera, esa globalización destruye la riqueza y la particularidad de cada persona y de cada pueblo», añadió, llamando a todos los habitantes del mundo a practicar la fraternidad, la solidaridad, la igualdad para conseguir una libertad verdadera.

“Solidaridad es una palabra que expresa mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos. También es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, de tierra y de vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales. Es enfrentar los destructores efectos del Imperio del dinero”, subrayó el pontífice. “El mundo existe para todos- continuó refiriéndose a los derechos de todos los seres humanos -, porque todos los seres humanos nacemos en esta tierra con la misma dignidad. Las diferencias de color, religión, capacidades, lugar de nacimiento, lugar de residencia y tantas otras cosas, no pueden anteponerse o utilizarse para justificar los privilegios de unos sobre los derechos de todos”, dijo. Y añadió: “El principio del uso común de los bienes creados para todos” es el «primer principio de todo el ordenamiento ético-social”. Por eso “El derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad”, señaló Francisco.

Y también tuvo algunas palabras dirigidas al mundo financiero y empresarial al que, por una parte pidió una mayor consideración para los países que tienen una deuda externa”, como sería el caso de Argentina aunque el Papa no la nombró. “El pago de la deuda en muchas ocasiones no sólo no favorece el desarrollo, sino que lo limita y lo condiciona fuertemente. Si bien se mantiene el principio de que toda deuda legítimamente adquirida debe ser saldada, el modo de cumplir este deber que muchos países pobres tienen con los países ricos no debe llegar a comprometer su subsistencia y su crecimiento”, subrayó el pontífice. Y sobre los empresarios agregó que “la actividad de los empresarios es una noble vocación orientada a producir riqueza y a mejorar el mundo para todos. Pero en todo caso estas capacidades de los empresarios, que son un don de Dios, tendrían que orientarse claramente al desarrollo de las demás personas y a la superación de la miseria, especialmente a través de la creación de fuentes de trabajo”.

Los pobres, que el Papa llama a veces los “últimos”, también fueron motivo de preocupación en la encíclica. “El desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas, que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos”, escribió Francisco. Y más adelante aclaró que «ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo». Porque «no existe peor pobreza que aquella que priva del trabajo y de la dignidad del trabajo”, enfatizó.

Una cultura del encuentro

Para reconstruir la sociedad y diseñar un “camino del reencuentro”, según Francisco, es necesario comenzar desde la verdad, la verdad histórica. “Estamos llamados a amar a todos, sin excepción, pero amar a un opresor no es consentir que siga siendo así; tampoco es hacerle pensar que lo que él hace es aceptable. (…) Es fácil hoy caer en la tentación de dar vuelta la página diciendo que ya hace mucho tiempo que sucedió y que hay que mirar hacia adelante. ¡No,por Dios! Nunca se avanza sin memoria, no se evoluciona sin una memoria íntegra y luminosa. Necesitamos mantener viva la llama de la conciencia colectiva, testificando a las generaciones venideras el horror de lo que sucedió”, subrayó el Papa.

Francisco terminó su encíclica haciendo un llamado al mundo político y empresarial de cada nación, porque “es imperiosa una política económica activa orientada a promover una economía que favorezca la diversidad productiva y la creatividad empresarial para que sea posible acrecentar los puestos de trabajo en lugar de reducirlos. La especulación financiera con la ganancia fácil como fin fundamental sigue causando estragos”. “La fragilidad de los sistemas mundiales frente a las pandemias ha evidenciado que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que, además de rehabilitar una sana política que no esté sometida al dictado de las finanzas, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro”, escribió. Francisco pidió además estimular el diálogo a todos los niveles, incluso con las organizaciones populares, para crear una “cultura del encuentro” y pidió una reforma que fortalezca las Naciones Unidas a fin de poder construir un mundo mejor y un camino de paz en todo el mundo. Y sobre este último punto también habló de colaboración con otras religiones a través del diálogo.

Fuente:(pagina12)

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